11 de septiembre de 2011

lo que no ves

Joder. Cada día siento que soy más imbécil. Por estar hablando conmigo mismo, digo. Eso significa que tengo alguna preocupación que me toca los huevos y no me deja pensar en todo lo demás. Además, ¿desde cuándo este tipo de mariconadas me afectan, eh, desde cuándo?

Sí, desde luego, a gilipollas no me gana nadie. ¿Qué coño hago en el aeropuerto? Estoy perdiendo  el tiempo. Esto no acabará bien, lo veo venir...

Porque vamos a ver. El ser humano no es que sea muy listo. Nada puede salir bien. Nunca. Ni eternamente. Lo dice la estadística. Está comprobado. Ya me dirás si sale a cuenta empezar a salir con alguien. Sí, todo muy bonito, te llenas de momentos felices, recuerdos, fotos y todas esas chorradas. Pero cuando se acaba la relación, ¿Qué se supone que tienes que hacer? Porque encima que estás dolido te pones a recordar lo feliz que eras, miras las fotos donde se aprecia la cara de alelado que tenías en esas épocas y te das asco a ti mismo.  
...Bueno, y para colmo uno daría lo que fuera por volver a vivir en aquella época. Joder, si luego te espera lo malo, ¿para qué quieres que vuelva? Somos cabezones por naturaleza. Unos putos masoquistas.
Ah, y luego hay otra cosa absurda: que si tú eres el dolido, o sea, al que han dado la patada por cualquier motivo estúpido y la misma persona que te ha jodido la vida te pide volver a intentarlo, nos tiramos de cabeza. Joder, un poco de sensatez, que lo de tropezar dos veces con la misma piedra nunca sale bien.

Aunque bueno, de eso no puedo quejarme. Si no, no estaría en el aeropuerto para ir a buscarle. Aún no sé qué voy a decirle exactamente. Y lo que es peor, no sabré cómo decírselo. Soy un tío que no sabe poner las palabras en el sitio ni en el momento correcto. Mi padre me inculcó esos valores. 

- Nunca dejes que la gente se meta dentro de ti. Descubrirán tus sentimientos y se subirán a tu chepa. Entonces te utilizarán como les dé la gana porque sabrán cómo actuarás. Y acabarás mal, muy mal. Así que mantén tu corazón protegido y te ahorrarás muchas hostias.
- No lo entiendo... ¿entonces nunca podré ser feliz?
- Más o menos. Vivirás sintiendo siempre lo mismo. De la otra forma podrás vivir una temporada muy feliz y luego estarás mucho más tiempo sintiéndote como el puto culo. No compensa, te lo digo por experiencia. Ahora te parecerá una chorrada, pero cuanto antes lo asimiles, menos sufrirás en el futuro. ¿Te ha quedado claro? 
- Vale, papá.

No entendí nada en ese momento, pero siempre he tenido a mi padre en un pedestal, así que le hice caso. Y mira, no me ha ido tan mal. Bueno, hace unos meses lo dejé con Patricia. Porque nunca la he querido. Simplemente estuve con ella porque me parecía la mujer que más podía entenderme y soportarme. Y eso parecía, hasta que... joder.

Apareció en mi vida como un puto huracán. Con todas las letras. Me lo puso todo patas arriba. Para empezar, es un tío. Hola, que tiene pene. Y yo, David Villa, soy un macho ibérico que le ponen las tetas. Bueno, eso no es lo que más preocupa. El problema es que es una empanada con patas. Ese tío nunca se entera de nada. Mira los mismos dibujos que mis hijas y se emociona más que ellas. Además, tiene un ojo mirando a Cuenca. Ah, y no nos olvidemos de nuestra profesión, que si alguien se entera de que hay alguna relación extraña nos crucifican. (eso sí, nos dejan meternos mano en las celebraciones de los goles que da gloria vernos).
Pues a pesar de todo eso... hace que el estómago dé vueltas cuando le veo. Se me escapa una sonrisa cuando le veo con los morros llenos de nocilla y los ojillos brillantes. Me gusta que tenga que explicarle las cosas veinte veces. 
Joder. ¿Ves? A esto me refería. Llevo años siendo un borde de mierda, pero he conseguido vivir sin ningún problema. He llorado un par de veces en mi vida. Nunca me he pasado una típica tarde tirado en el sofá llorando por culpa de alguna persona sin escrúpulos. Hasta que ha llegado el niñato empanado de turno y me ha hecho plantearme muchas cosas. Me ha cambiado la vida. Las cosas llegaron a un punto que me sentí fatal por haber estado engañando a Patricia todos estos años y me separé de su lado. 

Espera, ¿desde cuándo he llegado a esa conclusión? Supongo que a esto le llaman estar enamorado... Al principio pensaba que sentía cariño especial por el chaval, ya que su forma de ser me recuerda a la de mis pequeñas (y ellas han sido las únicas por las que me he permitido abrir mi corazón... sólo un poquito), pero cuando llegaban las concentraciones no podía evitar mirarle en las duchas y luego imaginarme cómo sería tocar su cuerpo mientras...
CÁLLATE. Respira hondo. El caso es que al final acabamos liados, no sé ni cómo, pero cuando todo aquello pasó él se emocionó demasiado y yo, por miedo a que me hicieran daño, le cerré las puertas en sus narices.

- Pero David...
- Ni David ni pollas. Esto ha sido un error, así que ya puedes olvidarte de todo, ¿entendido?
- ¡No te creo! 
- ¿De qué coño vas, niñato?
- A mi no me engañas con el rollo chulito de rompecorazones. Yo sé que sientas algo por mi, lo que pasa es que no quieres reconocerlo. En realidad quieres estar conmigo...
- Permítame que me ría... sólo te he utilizado, ¿sabes? Has sido un gancho fácil y me ha dado un calentón, pero yo no soy un maricón de mierda como tú. Y no te pienses que esto va a volver a pasar. Y como alguien se entere de esto, te crujo. Te lo aseguro. Marcha por donde has venido. Y olvídate de mi. ¡FUERA!

En fin. Que el empanado es más listo de lo que parece y yo soy un gilipollas. Y ahí fue cuando experimenté por primera vez el dolor psicológico. Me acuchillaba por dentro, me quemaba, me destrozaba. Le había mentido descaradamente, creyendo que era lo mejor. Cuando me quise dar cuenta, él había hecho las maletas para volver a Londres. Por mi puta culpa. Al principio estuve tranquilo, pero pasaron los meses y empecé a sentirme mal por todo, por haberle hecho daño a alguien tan frágil y, sobretodo, por descubrir que sentía algo más por él. 
No sé. Todavía no lo entiendo. Es muy infantil, pero me transmite seguridad. Es como si con sus caricias me dijera que nunca podría hacerme daño, porque es demasiado inocente y le dolería más a él que a mí. Cuando me levanto cada mañana me gustaría tener su sonrisa al otro lado de la cama. Me pone de mal humor y me hace reír a la vez. Y, para qué nos vamos a engañar, soy adicto a sus besos.

Dios. Creo que voy a potar. Si mi padre me oyera ahora mismo, me daba de hostias. Pero en el fondo, me siento mejor conmigo mismo. He vivido como una puta planta todos estos años, he aprendido a no sentir nada por nadie. Y él ha conseguido algo que nadie se ha atrevido ni a alcanzar. Él ha entrado dentro de mi corazón, que estaba bien protegido. Sólo por eso, tiene más derecho que nadie a formar parte de mi vida. 

"Último aviso para los pasajeros del vuelo 0102 con destino Londres."

¡Mierda! Con el monólogo absurdo que me estoy montando voy a perder el puto avión. 
Corro hacia la puerta de embarque pensando qué coño voy a hacer cuando lo tenga delante. Repito, no soy hombre de palabras sentidas ni profundas... Por no hablar de la empanada mental que él lleva siempre. Creo que le daré un beso. Sí. Es simple y claro. Lo pillará al acto. Y, para qué engañarme, es lo que más deseo hacer ahora mismo.

Basta de engañarme a mí mismo. Basta de vivir encerrado. Voy a ser feliz al lado del empanado, aún sabiendo todas las consecuencias que conlleva todo eso. Él me hará sentir completo para siempre.
Lo siento, papá, pero cuando vaya a Tuilla tendré que hacer que replantees tu teoría...

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