30 de septiembre de 2011

como si lo viera

Te lo digo de verdad. Pondría la mano en el fuego, en ácido sulfúrico o en una cama de pinchos. Porque seguro que lo estás haciendo. Y te puedo asegurar que no existe ni existirá algo que me dé más rabia que eso.


Me imagino la escena a la perfección. Una pierna encima del brazo del sillón, apoyándote con el brazo en la mesa, mirando cosas sin interés. Y de repente entras ahí. Y te pones tenso. Los ojos se abren como platos. Te muerdes el labio mientras su felicidad te golpea con fuerza inhumana en toda la cara. Un escalofrío. Un nombre. Otro escalofrío más grande. Te clavas las uñas en la palma de la mano. Por dios, qué rabia. De verdad, me está sorprendiendo. Pues puede vivir sin mí.


Eh, no te creas que es patológico. Yo también lo hago. Pero sólo para imaginar cómo reaccionas al ver cada cosa nueva. Tenemos un problema, pero no te agobies. Creo que tiene cura. Ah, no, calla, que ya lo probamos pero el tratamiento fue peor que la cura.


No, no hace falta que me des las gracias. Sólo lo hice para llamar tu atención por enésima vez. Sólo lo hice para remarcarme que nunca llegaré a su altura. Sólo lo hice para ver cómo se ha desprendido. Sólo lo hice para que sufrieras como yo; con un 1% me conformo. Sólo lo hice para que veas que no te necesita y no te conviene. Yo sí.


Así que no me des sermones sobre dejar arrastrarme (prou, no?) porque lo tuyo sí que es grave. Predicas con el ejemplo. Echas a la gente de tu lado (aunque quizá tenga un poco de culpa, ahora voy a permitirme no reconocerlo) porque vives anclado en un pasado. Por no entender nada. Y has aprendido a callarte por orgullo, pero cada día haces lo mismo. Una rutina que a saber cuánto dura, y de paso, jodes a la gente de tu alrededor.


mmm... creo que estoy teniendo un déjà vu. Ah, no, calla, que es el despecho, que me hace decir cosas sin sentido y gilipollas. Como estas líneas. Bleh, pero yo vivo feliz jodiendo la marrana. ¿Y no dicen que sólo importa tu felicidad? Pues ale. A meter el dedo en la llaga.




Atte:
Mrs. Neurótica 72'85% (datos científicamente comprobados. ¿Pero sabes qué? Aunque sea paradójico al neurotismo, ya me da igual todo. Yo no voy a ser feliz. Tú no vas a ser feliz. "Lo otro", sí. ¿Algún problema? Es de arrastrados ser felices por las desgracias de otro, ¿pero quién ha dicho que yo no lo sea? Si el primer paso es aceptarlo).


pd. Voy a dejar las drogas, lo prometo. O, más efectivo, voy a dejar de escribir mariconadas que son de psicótica que ni me alivian. Al final has hecho bien por huir de mi lado, te lo aseguro. La que te hubiera caído encima...

27 de septiembre de 2011

randomness

#simañanaseacabaelmundo iría a buscarte para pegarte una hostia. Después no sé qué pasaría, ni quiero pensarlo - tirarme a tu cuello y aprovecharme de ti por última vez, ajam - pero, que te quede claro, de la hostia no te salvarías.

25 de septiembre de 2011

La tercera parte

Esther Vol. I, la Ilusa.
- Te estoy llamando..
- Lo estoy viendo.
- ¿Por qué no aceptas?
- Sabes que estoy resfriada, así que tengo la voz congestionada, llevo el pijama y una manta por encima, por no comentarte que me echado el flequillo para atrás y tengo un frontón de la hostia.
- Joder, no recordaba que te quisieras tanto... Anda, que no será para tanto, y hace mucho que no te veo... acepta el puñetero skype, venga.
Y cedí - la primera vez de tantas. En realidad lo hice con el mero propósito de que huyera de mí; era muy bonito hablar y compartir gustos, pero para qué engañarnos, las cosas primero entran por los ojos. Así que pensé que si me veía con las pintas del siglo, se le pasarían rápido las tonterías.
Pero me equivoqué. Al verme de tal guisa, sonrió. Se podría decir que con ternura. Sea como sea, no se me olvidará esa primera mirada y, sobretodo, que no huyó; al contrario, tenía más ganas de verme.



Esther Vol. II, la feliz.
- ¡Muere, hijo de puta!
Pero no lo hizo. La maldita tortuga saltó encima de mi antes de que me la cargara y me hizo más pequeño. Para colmo, di un par de pasos en falso y caí al vacío. Ala, vuelta a empezar.
Sonó el interfono. ¿Quién coño es a estas horas? Dos segundos después caí en la cuenta, pegué un bote y abrí la puerta que daba a la calle. Volví al comedor, apagué la consola corriendo y me miré al espejo. No sonreí, pero era feliz. Oía el ascensor subir y me mordía las uñas. Y el timbre acabó sonando. Suspiré profundamente para ahuyentar al nudo que se me había formado en la garganta. Abrí la puerta y allí estaba él, con una sonrisa radiante.
Le agarré la camiseta y lo estrujé contra mi cuerpo. Cuánto le he echado de menos todos estos días. Cuando me digné a soltarle, fuimos hasta el comedor. Se tiró de cabeza al sofá. Se levantó a las seis de la mañana para venir a verme. A mí. No pude evitar mirarle con cara de imbécil. Se rió de mí, soltó un par de bromas y lo eché del sofá como venganza. Me puso una carita de pena que me superó y le tendí mi mano. Me la cogió y lo llevé por el pasillo. Ahora sí que iba a demostrarle cuánto le quería y lo que le he echado de menos.



Esther Vol. III, la insalvable.
(N/A: se puede complementar con los adjetivos despechada, olvidada, sola, zombie, resignada, incurable, desilusionada... y ese largo etc).
Me tumbo en la cama. Apago la luz. Alargo la mano y cojo el teléfono móvil. Las 3:12 de la madrugada. La luz de la pantalla me ciega, pero no me importa. Es como si esperara que vibrara y...
Definitivamente, la falta de costumbre me está matando. Se me hizo raro tenerlo y se me hace más raro afrontar que ya no lo tengo. Y sigo sin ganas de superarlo, eh.
Tiro el móvil a la mesita de mala gana y empiezo a revolverme en la cama. Menuda mierda. Me abrazo a la almohada y respiro. Joder. Que huele a él. Y eso es imposible. Hace meses que desapareció de mi vida y todavía no he cambiado el chip. Sigo pensando que mi cama tiene su olor absorbido, y eso era una forma de aliviar la agonía de echarle mucho de menos. El coraje inunda mi corazón y empiezo a pegar puñetazos a la almohada. ¿En qué momento permití que hayamos llegado a este punto? Empiezo a pensar que tengo un grave problema mental. El grave problema mental de echar de mi vida a la gente que me da la felicidad.



Ahí está un recopilatorio de tres películas que narran mi vida. A día de hoy, a Ilusa y la Insalvable no paran de pelearse; la Feliz murió hace tiempo. Pero está ganando la última parte. ¿No veis que está escrita en presente? Pues eso.

22 de septiembre de 2011

Suma y sigue

Veo que se agarra el pelo - no recordaba que fuera tan largo - y suspira. Fruto del nerviosismo, supongo. Momentos después lo deja caer, como diciendo ya no estoy tan agobiada. Pero no, un minuto después vuelve a recogérselo. Así se ha pasado un buen rato. Hasta que ha llegado un punto en el que se ha rendido: hurga en la mochila y saca una goma de pelo. Por simple curiosidad, miro el color. Azul. No es negra, como la que le regalé la primera vez que nos vimos (véase la primera vez como aquella que nos miramos de forma diferente). Parecerá una tontería, pero el hecho de que no lleve una goma negra – sea mía o sea suya – me preocupa. Porque ella se fija en los pequeños detalles y sigue huyendo de las gomas negras o de las palabras que contienen la V. Eso es mala señal. Dentro de lo que cabe, claro. Porque la veo sonreír en momentos fugaces, las manos no le tiemblan demasiado - no más de lo normal - y habla con serenidad. Menos mal. Creía que nunca iba a salir del pozo. Creía que me iba sentir culpable toda la vida. Creía que soy yo el que realmente tiene un problema con el sexo opuesto, y no al revés. No, qué va. Simplemente la he puteado durante una temporada. Pero ella es fuerte, lo crea o no. Y sabía que lo acabaría entiendo todo. Ella no es como...

Se le escapa la coca-cola de las manos - con esa torpeza no entiendo cómo pretende ser cirujana -, que cae encima del montón de papeles que ha roto mientras me contaba su ajetreada vida. Se pone roja y pide perdón. Me gustaría pedirte yo perdón, por crear unas ilusiones que ni yo mismo esperaba destrozar. Niego con la cabeza, quitándole importancia. 

Y suena esa canción que me enseñó un día. Esa canción cuyo cantante canta pa'l culo, pero la letra me impactó. Mierda. Intento entablar conversación subiendo el tono de voz, pero no llego a tiempo. Oye la canción. Se pone tensa. Se muerde el labio (y me asalta la duda: ¿Habrá vuelto a tener contacto? Joder, ahora no, piensa en el sentimiento, joder, que ahora piensas con el pene. Controla). Mira el suelo como si fuera lo más interesante de este mundo. No sé qué hacer. Definitivamente, no lo ha superado. Sólo ha aprendido a sobrellevarlo lo suficiente para mirarme a los ojos cinco segundos.

Sé que no ayuda en absoluto, pero la agarro de la mano. Le hago saber que estoy aquí (aunque no de la forma que desearía) para ayudarla, ahora que ha aprendido a perdonarme. Y veo que funciona... respira más tranquilamente, el brillo de sus ojos cambia y me sonríe. Me mira con fuerza, dándome las gracias por estar ahí a pesar de cómo se ha comportado. Y no tengo nada que perdonarle. Con esto me acaba de demostrar que vale la pena - más de lo que creía. Bien. Por fin algo va bien.

Lo que yo diga... hay maneras y maneras.

20 de septiembre de 2011

Ohne Dich

Si tanto lo juras y lo gritas a los cuatro vientos y lo sufres, piensa un poco en su situación.

Empezó una nueva etapa de su vida con ilusión, con ganas de pasar página, y te vio como la candidata perfecta. Luchó por intentar algo, se enfrentó a su pasado, sufrió durante una temporada pero luego te acogió para que ambos tuvierais lo que más anhelabais. Ese amor correspondido y fuerte.
Pero las cosas no podían durar para siempre. De repente se encontró lleno de dudas, te veía lejos, como en otra dimensión... y ese amor empezó a desaparecer. A ver, es normal. Duró lo que tuvo durar y lo aprovechasteis al máximo.
¿Y ahora qué? Se siente como un ser despreciable por tu culpa. No fue fácil para él decirte que la cosa no iba bien, ya que sabía que no lo aceptarías y lo pasarías mal. Incluso quiso despedirse de ti, en condiciones, cara a cara, como un valiente, viendo cómo te hundías por su culpa. Eso tiene que sentar como una patada en el culo. Pero una cosa es que lo pases mal, y otra es que le repases por la cara que te pasas días enteros llorando y que es un cabrón por no quererte cuando se preocupa por ti. Esto del amor no se elige, y lo sabes demasiado bien, pero claro, visto desde otro punto de vista, como que jode más. Pues basta ya. Siempre predicas que esta relación te está ayudando a madurar. Pues que se note, coño. Que se note que te ha enseñado a aceptar la vida tal y como es y no encerrarte en tu pozo, que es lo que has hecho siempre. Él ya pasó por una putada similar, y tú no eres como la otra. Tú vales más que ella. Tú sabes perdonarle. No puedes darle la espalda. Demuestra que eres una valiente, que lo superas y que puedes volver a hablar con él sin reprocharle nada, acordarte de vuestra relación y sonreír por haberlo vivido. Que las batallas se pierden y hay que asumirlo y no tirarte toda la vida gastando balas, si realmente ya se ha acabado.

Pues eso. Que si tanto le quieres, piensa en su felicidad. Y aunque no puedas darle la felicidad que tú querrías, dale la que él quiere: que lo superes, dejes de marearle y consigas que ambos seáis felices, al menos en un aspecto de la vida.




No os preocupéis! Es otra de mis neuras bipolares. Mañana volveré a maldecirle y a estar depresiva. Promise.]

18 de septiembre de 2011

Still falling

El iPod está a punto de estallar. La octava vez que la misma canción sale por aquellos auriculares que amenazan con enrollarse a la primera de cambio (para variar). Puede parecer estresante, pero es lo único que me calma. Canciones en bucle. Siento que el corazón va a estallar en cualquier momento. ¡Qué nervios, por dios! Se me escapa la sonrisa idiota. Por favor, que vea que soy una persona madura, que valgo la pena, que... AHHHHHHHHHHH QUE YA ME TENGO QUE BAJAR!!!! 

Pròxima estació: Arc de Triomf. Correspondència amb línies 1, 3 i 4 de Renfe.

Una taquicardia - más que conocida en estos últimos días - ataca mis pulmones. Qué absurdo es todo. Las lágrimas de frustración y la risa histérico-nerviosa se pelean por ver cuál sale antes de mi cuerpo. Acaba ganando la segunda (de momento). Será posible. Siempre me la encuentro en las situaciones más inadecuadas. Puto karma, en serio, yo fui Stalin como mínimo. Aprieto mis uñas inexistentes contra el brazo hasta que me duele. Respiro hondo. Nos bajamos del metro y andamos hasta la salida. Y ahí está...

Nunca había estado aquí en mi vida. Con paso decidido pico el billete y miro por el vestíbulo. Ni rastro. Pero veo una columna. Decido sentarme y apoyarme en ella. La canción se está acabando. Que no se me olvide volver a escucharla..
Poco después una marabunta de gente que ha bajado de un tren vuelve a inundar el vestíbulo. Miro disimuladamente, y esta vez no fallo. Sólo veo unos auriculares blancos enormes y una diadema roja. Un signo infalible de distinción. Me gustaría ponerme de pie de un salto y correr, pero decido guardar las apariencias. Que no se note que estoy loca por él y que me muero de ganas de abrazarle. Tengo que hacerme un poco la dura. Pero en cuanto pica el billete y me ve apoyada contra la columna, abre los brazos y sonríe de una forma que mata toda la razón que hay en mi mente. Ahora sí. Pego el salto y la gente se aparta de mi camino (será por la cara de loca psicópata que se me pone). Por fin. Me aprieta contra su cuerpo y yo me engancho perfectamente. Oh sí, su olor. Me siento en el cielo. Su calor. Su sonrisa contra mi hombro. No necesito nada más. O quizá sí...
Aparto la cara de su cuello y me mira. Qué feliz estás. Vaya, el capitán obvio ataca de nuevo. Qué ocurrencias... Y por fin puedo volver a probar esos labios. Me quedaría toda la vida pegada a ellos... Qué escena más perfecta.

Siento que los pies me pesan. Una frescura extraña me invade al subir las escaleras, mientras oigo de fondo Tienes que cambiar los recuerdos antiguos por unos mejores, y por eso estamos aquí. Asiento automáticamente mientras cierro los ojos con fuerza, para intentar detener lo inevitable. Dios bendiga las gafas de Sol.
Y hablando de Sol... éste nos recibe con fuerza al salir del recinto. Un escalofrío malísimo me recorre la espalda. Y ahí está el puto edificio. Mirándome con superioridad. Está radiante. Ese día tan bonito se está burlando de mí.
Para qué hacerme la fuerte, si nunca lo he sido... las lágrimas caen hasta el cuello, no tengo ganas de limpiármelas. Agarro su mano fuerte para saber que no estoy sola en todo esto. Oigo cómo me dice palabras reconfortantes y vuelvo a asentir. Pero lo cierto es que las imágenes no se me van de la cabeza. 

El zoo todavía no está abierto. ¿Qué quieres hacer ahora?
Pero el tacto de su mano contra la mía no me deja responder. Todo es tan... irreal y bonito. Un Sol espectacular hace que tengamos calor ese día de febrero. 
Pasarme toda la vida contigo.
Dos segundos después me coge en volandas y empieza a darme vueltas. Le grito que pare, que soy de mareo fácil, pero la verdad es que vivir algo tan perfecto ya me marea de por sí. Es como... si no lo mereciera.
Dios, es que eres preciosa.
Y vuelve a cogerme de la mano mientras perdemos el tiempo en la mirada del otro. ¿Sinceramente? No puede existir algo más perfecto.

Después de cruzar el arco, buscamos algún lugar para sentarnos a hablar y hacer un poco el insensato. Mientras caminamos, veo a parejas felices. A saber cuántos hemos aprovechado para pasar un buen día con nuestra "alma gemela" paseando por estos lugares... a saber cuántas parejas lo han dejado aquí mismo y por ese mismo motivo, no vuelven a aparecer por aquí. Y a saber cuántas personas han venido agarradas de la mano de otra persona diferente, sólo para aplacar el recuerdo anterior... a saber la de historias que se han vivido aquí. Por fin nos sentamos y puedo dejar de pensar en chuminadas. Y, poco a poco, el semblante me cambia. Al final he acabado gritando palabrejas no aptas para la salud de los pobres niños que juegan a nuestro lado. He conseguido olvidarme de todo un poco. Eso sí, una puñetera vez he suspirado, he mirado al cielo y no he podido ahuyentar a un recuerdo. Se ha colado con rapidez y ni siquiera he intentarlo echarle, aunque no forme parte de mi vida. A veces me da la impresión de que me he despertado de un largo sueño... de que nada de aquello fue real. De que soy una esquizofrénica que se inventa la realidad. Si no, no sé cómo aguanto de pie.

Para ser mayo, hace frío. Y no hay mejor manera de quitar el frío que...
¡Te reto a un duelo!
Y de repente está delante de mí, con un aplaudidor (que gentilmente nos han regalado) apuntando hacia mi cara y con una expresión desafiante. La verdad es que hoy no es mi día, pero siempre sabe qué hacer para sacarme una sonrisa. 
Cojo el otro aplaudidor y me levanto. Da un paso atrás que se me antoja adorable y me ataca. Me defiendo como puedo y empiezo a pegarle por la cara, por la barriga, por las piernas...
Eh, cobarde, ¡eso no se vale! ¡Tienes que darle a mi espada!
Y huye. Salgo corriendo detrás de él a carcajada limpia mientras le propino "espadazos" en el trasero. Vuelve a pegar un salto gracioso y me ataca con una destreza que me deja anonadada. Cuando me quiero dar cuenta, me ha cogido por la espalda mientras se ríe como un desquiciado. Los aplaudidores caen al suelo.
Así me gusta... verte feliz.
Un repelús recorre mi cuello. Sabe que es mi punto débil, pero él nunca desiste.
Porque... estar contigo es un sueño hecho realidad. Felicidad es poco. Te quiero.
Me aprieta con sus brazos mientras hunde la cabeza en mi cuello a pesar de mis gritos.
Y yo. Yo también te quiero, cosita.

Ya han pasado unas cuantas horas y decidimos volver a nuestro maravilloso pueblo. Una vez más, me cuesta andar. Estoy muy enferma. Me gusta revolverme en la mierda. Soy una cobarde para superarlo y, por consiguiente, una experta en aparecer en su vida con excusas baratas. Una yonki del sufrimiento. Una talentosa en el arte de arrastrarme. Una vicada a los tópicos es que aunque me hayas hecho tanto daño volvería contigo sin pensarlo.
Con esta sarta de sandeces me entretengo mientras andamos huyo. Y, de repente, como si lo estuviera esperando, un pinchazo en el corazón. Se me caído una lágrima del dolor. Y se me ocurre mirar a mi alrededor. Ajá. Ya sé cuál es el problema. No lo había visto hasta ahora... un banco. Un banco normal y corriente. El banco que marcó que ya no volvería a pasear por esos terrenos, si más no, de la misma forma. El banco maldito. El banco que destrozó mi felicidad y se la quedó para si.

Parece que estemos en otro lugar distinto al que hemos visitado durante estos meses. No hay ni una mosca, ni siquiera un guiri tomando fotos al famoso monumento. Será porque está lloviendo y la gente prefiere refugiarse en algún lugar hasta que el mal clima pare. Nosotros no podemos tener ese lujo. Mejor zanjar esto cuanto antes... Mejor asumirlo ya.
- No me mires así, que me matas...
Hinco las uñas contra las rodillas.
- ¿Y cómo quieres que te mire? 
- Joder, me siento fatal...
- ...pero no puedes seguir con esta farsa, ¿verdad?
- Pues no.
Otro silencio incómodo. Tengo un puto nudo en la garganta que me bloquea entera. No puedo salir corriendo de los problemas, no puedo abrazarle por última vez, ni siquiera pegarle una bofetada. Es que no entiendo nada y eso me paraliza.
- Verás, la distancia ha enfriado las cosas... y me he dado cuenta de que no siento lo mismo por ti. Te quiero, sí, pero no de la misma forma que antes. Ahora sólo te tengo cariño porque eres una persona que vale mucho... Pero no estoy enamorado de ti.
Ya lo sé. Lo he intuido estos últimos días. Pero el hecho de hacerlo público y certero no ayuda a no enloquecer.
- No dices nada...
- ¿Y qué se supone que tengo que decir?
Muy bien. Sólo contesto con preguntas. Realmente me gustaría preguntarle dos cosas en concreto: "¿Todavía no la has olvidado?" o "¿Me has puesto los cuernos con la otra?" pero el maldito nudo se ha convertido en un agujero negro. No puedo asimilar que se ha acabado así, sin más. No quiero pensar qué voy a hacer todos estos días, sin la ilusión de volverle a ver, sin esperar llamadas a las tantas de la madrugada, diciéndole te quieros a la almohada...
- ¿Se puede saber qué he hecho mal? - empiezo a darme puñetazos en los muslos y las lágrimas caen sin vergüenza alguna.
- No has hecho nada. No es tu culpa, de verdad, soy yo, que ya no siento lo mismo por ti.
- Pero por algún motivo en concreto has tenido que pensar todo eso de golpe. Mira, yo sé que apenas hemos hablado estos días y estoy muy agobiada y arisca por los exámenes, pero yo... yo...
"...te prometo que cambiaré. Por favor, no me dejes sola. No podré soportarlo. ¿Qué voy a hacer ahora sin ti?" Otro final de una frase absorbida por ese maldito agujero negro.
- No sabes cómo me jode verte así... de verdad que me hace mucho daño... eres una persona que vale mucho la pena y encontrarás a alguien que te merezca.
Dios, pero qué rabia. Otra frase que se queda encerrada dentro de mi. "¿Y qué si valgo mucho la pena? A la mierda las buenas personas, ¿sabes? Yo quiero estar contigo, y si para eso me tengo que convertir en una cabrona, pues lo hago. Pero te lo suplico, no me dejes". Casi me arrodillo, pero mi cuerpo está convirtiéndose en lo que va a ser el resto de su vida: algo inerte.
- Sé que suena un poco cabrón, pero... ¿quieres que te abrace?
Niego con la cabeza. Sólo me falta eso. Pongo la cara entre mis manos. Soy incapaz de hacer otra cosa que llorar. Me siento débil, estúpida, vulnerable, utilizada. Son demasiadas cosas en mi cabeza. Quiero suplicarle que no me deje, quiero pedirle explicaciones, quiero insultarle y gritarle, pero todo se me antoja imposible. Sólo puedo pensar qué voy a hacer con todos estos sentimientos. No puedo tirarlos a la basura, aunque ya sean inservibles. Tengo que guardarlos con las ilusiones rotas, con mi corazón destrozado y mi motivo para seguir adelante aniquilado. Joder, me arde el pecho. Estoy mareada. El estómago no para de quejarse. Un martillo impacta sobre mi cabeza a cada segundo. Y mi mente es incapaz de asimilar lo que está pasando. ¿Por qué me he enamorado? No sale a cuenta... Vuelvo a lo mismo, ¿y ahora qué hago yo con todo eso?
- No puedo verte así sabiendo que es por mi culpa... - se levanta del banco y empieza a andar.
Separo los dedos de mis manos y veo cómo va desapareciendo de mi vida. Esta vez de verdad. No. Tengo que hacer algo antes.
Salgo corriendo, empapada por la lluvia, y le agarro por la espalda con fuerza. Se gira y me acerco a su cuerpo. Le abrazo con todas mis fuerzas. Araño su chaqueta, como si le hiciera ver que ese pequeño dolor no es comparable con el de un corazón roto. Y entonces muero. Noto que se convulsiona. Se agarra a mí con desesperación. ¿Cómo hemos podido llegar a este punto? No me paro mucho a pensarlo, ya que es el último abrazo suyo que voy a tener. Voy a disfrutarlo. Voy a sentir su calor, su olor contra mi ropa por última vez.
- Serás hija de puta... has roto mi barrera... me prometí que no iba a llorar aunque me joda mucho hacerte esto. Sé fuerte, por favor. No sabes cuánto lo siento...
Sabe que es imposible, pero lo dice para sentirse mejor consigo mismo. Sabe que no voy a ser fuerte. Sabe que voy a estar casa dando vueltas, tirándome de los pelos, pegando a las paredes, maldiciéndome por no saber mantener lo que más quiero a mi lado y encima tampoco luchar por solucionar el problema.
Nos miramos a través de la lluvia, que ya empieza a cesar un poco. Ahora sólo veo unos ojos rojos, un poco hinchados, fríos, que ya no muestran ese cariño, sino lástima.
- Lo siento, pero tengo que hacer algo antes de dejarte marchar de mi vida...
Y le besé antes de que él contestara o que yo me lo pensara mejor. Un último contacto entre nosotros. Un último beso al que me voy a aferrar a partir de ahora.

Desvío la vista. Algún día vendré con un bazoka y reventaré el monumento, el césped y un par de bancos. Y a él, ya de paso.
En realidad, es triste que la historia haya acabado de esta forma. Muy patético por mi parte. Normal que esté mal una temporada, pero ahora mismo ya debería estar acostumbrada a vivir sin él. Y estoy peor que hace un mes. Y lo único que hago es desperdiciar una amistad que, fuera del amor, estaba muy bien. Sé que me esperará hasta que me recupere, si es que no le toco más los huevos... Hoy he llorado, pero no ha servido de nada, sólo para hacérselo pasar mal a la gente de mi alrededor. Y me duele muchísimo estar así, por eso debo cambiar. Ya que soy una persona débil porque no me veo capaz por mis propios medios, recurriré a los profesionales. 

Ahora ya no espero que un día me llame y me diga que se arrepiente de todo y quiere volver conmigo. No. Ahora estoy obsesionada con dejarlo atrás, seguir adelante, poder pensar en algo precioso que viví sin que me den pinchazos en el corazón, poder hablar con él tranquilamente, e incluso volver a querer ser feliz (eso lo dejo para muchos años luz, porque el amor ha dejado de tener sentido para mí). Anhelo salir de este pozo. Lo deseo con todas fuerzas, pero tiempo al tiempo. Ahora está demasiado oscuro y es muy ancho como para poder escalarlo. Por no decir que yo misma me pongo trabas - bendita paradoja. Sé que algún día podré llegar a la cima. Pero hasta entonces... ajo (a joderse), agua (a aguantarse) y resina (a resignarse).


Y lancé una última mirada a ese escenario que ha presenciado una apoteósico inicio y un apocalíptico final. Pero volveré... like two strangers turning into dust.

14 de septiembre de 2011

Torn

Te crees masoca. Tienes los recuerdos que duelen a la vista. 

Entras a casa y al cerrar la puerta, la miras. Cuántas veces has esperado a que sonara el timbre mirando embobada ese trozo de madera.
Llegas al comedor. Seguramente tu madre se encargue de recordártelo con preguntas indirectas (¿Estás mejor?, ¿Cómo van esos ánimos?, Alegra esa cara..) que contestas rápidamente con monosílabos. Te escabulles por el pasillo.
Llegas a la primera habitación. Dejas la mochila encima de la cama. Te giras. El corcho te mira desafiante, sabiendo que te puede. Hay escritos, fotos, entradas, pero tus ojos van directamente a donde no tienen que ir. Una carta. Un as de corazones dedicado. Al lado de un billete de tren, como símbolo de tu primer viaje. Al lado de una goma de pelo negra. Y sabes que tienes un billete de metro dedicado en la cartera. Amarga sonrisa. Te encanta tu propia habilidad para amargarte.
Pasas a la otra habitación a descalzarte. Ahí viene lo peor. Cuando te sientas en la cama. Una cama que ha aguantado el peso de dos personas. Una cama que te ha visto enloquecer. Una cama con una almohada que ha pasado de ser abrazada por el deseo de que fuera una persona, de ser atacada por puñetazos llenos de amargura e impotencia... y ahora se ha vuelto a convertir en objeto de un abrazo que anhela que todo esto sea una pesadilla. Una cama que se ríe de la cara de tonta que ponías al abrir los ojos y que su sonrisa fuera la primera cosa que vieras. 
¿Por qué? Incluso cuando tratas de no pensar en ello aparece un resquicio de su olor entre las sábanas. Así no vas a superarlo nunca. ¿Por qué esta auto-tortura cada noche? 

Quizá será porque quieres recordar que pasó en algún momento de tu vida. Se te hacía raro vivirlo y ahora se te hace raro no tenerlo. Lo que sentiste mientras tenías aquello era tan descomunal y te parecía tan perfecto que parecía que ibas a explotar de felicidad, y eso te impedía ver que era algo que ocupaba más de lo que tus manos podían abarcar. 

Como era de esperar - ya lo dice la lucha de contrarios - todo lo que empieza, acaba. Y eres egoísta. Aún te niegas a aceptar que ha llegado el final. Aún crees que sonará el móvil en medio de la noche y una voz adormilada te dirá que te echa de menos. Aún sientes el cosquilleo que se creaba en tu interior cuando recuerdas todo lo que habéis vivido. Aún te sientes orgullosa de haber salido "definitivamente" del pozo de destrucción donde estabas encerrada. Aún eres incapaz de asumir que te has vuelto un robot sin sentimientos de buenas a primeras. Rectificación: Sí que tienes sentimientos. Impotencia. Incomprensión. Frustración. Coraje. Inutilidad. Ganas de desaparecer. Llanto. Desesperación. Puñetazos contra la pared.

Estar metida aquí dentro te ahoga. Andas en círculos. Te tiras de los pelos. Vuelve a aparecer el apocalipsis. ¿Qué se supone que vas a hacer ahora? Es como si el Sol desapareciera. ¿Qué hace la Tierra? ¿Sigue girando? ¿En torno a qué, si ya no hay nada? Quizá es algo exagerado y no tenías que haber priorizado de esta forma pero cuando alguien te ayuda a salir de un lugar que no tiene salida, tienes la tendencia a agradecérselo entregándote al completo. Esto, para que aprendas. También tratas de entender los motivos que justifiquen su comportamiento. De momento, es algo imposible porque tienes la imperiosa necesidad de echarle la culpa a alguien más que a ti misma (porque está claro que eres parte del problema, digan lo que digan), pero ya llegará un día donde nada te afecte y todo lo veas de otra forma. Ya llegará…

El aire de la calle vuelve a darte en la cara. Mejor así. Con la música amenazando con destrozarte los oídos te pones a correr para liberar un poco de ese patetismo que te caracteriza últimamente. Todos te dicen que lo superarás, que nunca debes arrastrarte por nadie, que ya llegará alguien que te merezca de verdad. Los típicos tópicos cuando ellos harían lo mismo en tu situación. Pero los agradeces.

Llegas al parque. Parece vacío a primera vista. Paras unos minutos, respiras hondo y mientras te recuperas observas a una pareja besándose en un banco escondido entre unos matorrales. Lo que faltaba. Te entra la risa histérica. No obstante, te los quedas mirando. No en lo que hacen, sino cómo lo hacen. Es algo distinto. La forma de hacer las cosas es algo que tienes muy cuenta, casi más que hacerlas o no. Observas cómo le acaricia la mejilla con suavidad, como si fuera uno de sus bienes más preciados y delicados. La sincera sonrisa que se les escapa a ambos. Juntan sus manos creyendo que nunca se van a separar. Las miradas se confirman mutuamente que están hechos el uno para el otro.

Se te escapa una sonrisa. Has vivido algo así. Has sido partícipe de miradas, palabras, felicidad. De amor. Aunque no haya durado tanto como creías - pobre ingenua -  y ahora mismo odias todo lo que tenga que ver con ello, aprenderás a valorarlo con el tiempo. Dentro de mucho, mucho tiempo, eso no lo dudas.  Pero entonces verás que al menos lo has vivido, que por una vez te atreviste a superar tu problema y la recompensa fue inmejorable. Ahora está atacando lo malo y se hace completamente insoportable. El único consuelo que te queda - y eso que muchas veces no funciona - es que has experimentado una de las sensaciones más puras e insuperables que pueda haber. Y darás las gracias a quien ha querido compartirlo contigo.

13 de septiembre de 2011

Prou.

- No sé qué voy a hacer con mi vida, pero llevo unos días de bajón, con insomnio, comiéndome la cabeza y no quiero hacerte sentir más culpable de todo pero, como ya te he dicho, me doy de hostias continuamente y parece que me gusta porque siempre acabo haciendo lo mismo. Puta mierda. 
- Deberías dejarlo ya un poco de lado, no te hace nada bueno esto...
- No es que me lo ponga fácil, pero es que ya es complicado de por sí. No hay un día en el que no me acuerde de ti. Si pudiera, me quedaría con lo bueno y a otra cosa, mariposa..
- No puedes seguir así. No puedes. Ya va siendo hora de darte cuenta... Ya no sé qué más hacer, pero ya va siendo hora de espabilar.
- Es que, joder, aunque no contacte contigo en un día entero me como la cabeza igual. Es que no puedo olvidarte, ahí está la conclusión.
- No quieres, que no es lo mismo...
- Llámalo X. Que no soy tan fuerte para hacerlo aunque quisiera, ya estuve dos años comiéndome los mocos y porque apareciste tú no fueron más. Yo no nunca he sabido salir sola de este puto pozo.
- Pues ya no sé que hacer, y tus amigas tampoco... pf, es frustrante, sabes?
- Para mi también lo es, que tengo que lidiar con esto cada día... ya no sé qué decirte, tienes razón pero no sé cómo arreglarlo.
- Solita, como se arreglan estas cosas... un poco de ayuda va bien, pero lo tienes que hacer tú.
- ¿Desde cuándo me has visto capaz de afrontar un problema por mi cuenta? Soy débil y prefiero seguir creyendo que no pasa nada, que todo volverá a la normalidad, que aceptar de verdad lo que pasa y superarlo. Yo sabía que todo esto tiene sus pros y sus contras, pero claro, al principio sólo vi lo bonito y ahora rehuyo de lo malo... Ya sé que todo va por rachas y si acepto una cosa, tengo que acarrear con las consecuencias, pero fue todo tan de repente y sin entender nada... no veía que nada pudiera fallar, vaya. Y así estoy.
- Sigues diciendo lo mismo que en junio, y ya es septiembre... ya está, por favor. Prou.
Prou. Así de fácil. Si no hubieras sido tan importante en mi vida, créeme que te hubiera olvidado fácilmente.
pf... Me voy a dormir, ¿vale? Ya hablaremos. 
- Sí, mejor, que no estoy en condiciones de hablar civilizadamente y voy a soltar cosas que no quiero - que te quiero y te perdonaría todo las lágrimas que me has hecho tirar sólo para hacerte feliz como nadie lo ha conseguido... buenas noches.

11 de septiembre de 2011

lo que no ves

Joder. Cada día siento que soy más imbécil. Por estar hablando conmigo mismo, digo. Eso significa que tengo alguna preocupación que me toca los huevos y no me deja pensar en todo lo demás. Además, ¿desde cuándo este tipo de mariconadas me afectan, eh, desde cuándo?

Sí, desde luego, a gilipollas no me gana nadie. ¿Qué coño hago en el aeropuerto? Estoy perdiendo  el tiempo. Esto no acabará bien, lo veo venir...

Porque vamos a ver. El ser humano no es que sea muy listo. Nada puede salir bien. Nunca. Ni eternamente. Lo dice la estadística. Está comprobado. Ya me dirás si sale a cuenta empezar a salir con alguien. Sí, todo muy bonito, te llenas de momentos felices, recuerdos, fotos y todas esas chorradas. Pero cuando se acaba la relación, ¿Qué se supone que tienes que hacer? Porque encima que estás dolido te pones a recordar lo feliz que eras, miras las fotos donde se aprecia la cara de alelado que tenías en esas épocas y te das asco a ti mismo.  
...Bueno, y para colmo uno daría lo que fuera por volver a vivir en aquella época. Joder, si luego te espera lo malo, ¿para qué quieres que vuelva? Somos cabezones por naturaleza. Unos putos masoquistas.
Ah, y luego hay otra cosa absurda: que si tú eres el dolido, o sea, al que han dado la patada por cualquier motivo estúpido y la misma persona que te ha jodido la vida te pide volver a intentarlo, nos tiramos de cabeza. Joder, un poco de sensatez, que lo de tropezar dos veces con la misma piedra nunca sale bien.

Aunque bueno, de eso no puedo quejarme. Si no, no estaría en el aeropuerto para ir a buscarle. Aún no sé qué voy a decirle exactamente. Y lo que es peor, no sabré cómo decírselo. Soy un tío que no sabe poner las palabras en el sitio ni en el momento correcto. Mi padre me inculcó esos valores. 

- Nunca dejes que la gente se meta dentro de ti. Descubrirán tus sentimientos y se subirán a tu chepa. Entonces te utilizarán como les dé la gana porque sabrán cómo actuarás. Y acabarás mal, muy mal. Así que mantén tu corazón protegido y te ahorrarás muchas hostias.
- No lo entiendo... ¿entonces nunca podré ser feliz?
- Más o menos. Vivirás sintiendo siempre lo mismo. De la otra forma podrás vivir una temporada muy feliz y luego estarás mucho más tiempo sintiéndote como el puto culo. No compensa, te lo digo por experiencia. Ahora te parecerá una chorrada, pero cuanto antes lo asimiles, menos sufrirás en el futuro. ¿Te ha quedado claro? 
- Vale, papá.

No entendí nada en ese momento, pero siempre he tenido a mi padre en un pedestal, así que le hice caso. Y mira, no me ha ido tan mal. Bueno, hace unos meses lo dejé con Patricia. Porque nunca la he querido. Simplemente estuve con ella porque me parecía la mujer que más podía entenderme y soportarme. Y eso parecía, hasta que... joder.

Apareció en mi vida como un puto huracán. Con todas las letras. Me lo puso todo patas arriba. Para empezar, es un tío. Hola, que tiene pene. Y yo, David Villa, soy un macho ibérico que le ponen las tetas. Bueno, eso no es lo que más preocupa. El problema es que es una empanada con patas. Ese tío nunca se entera de nada. Mira los mismos dibujos que mis hijas y se emociona más que ellas. Además, tiene un ojo mirando a Cuenca. Ah, y no nos olvidemos de nuestra profesión, que si alguien se entera de que hay alguna relación extraña nos crucifican. (eso sí, nos dejan meternos mano en las celebraciones de los goles que da gloria vernos).
Pues a pesar de todo eso... hace que el estómago dé vueltas cuando le veo. Se me escapa una sonrisa cuando le veo con los morros llenos de nocilla y los ojillos brillantes. Me gusta que tenga que explicarle las cosas veinte veces. 
Joder. ¿Ves? A esto me refería. Llevo años siendo un borde de mierda, pero he conseguido vivir sin ningún problema. He llorado un par de veces en mi vida. Nunca me he pasado una típica tarde tirado en el sofá llorando por culpa de alguna persona sin escrúpulos. Hasta que ha llegado el niñato empanado de turno y me ha hecho plantearme muchas cosas. Me ha cambiado la vida. Las cosas llegaron a un punto que me sentí fatal por haber estado engañando a Patricia todos estos años y me separé de su lado. 

Espera, ¿desde cuándo he llegado a esa conclusión? Supongo que a esto le llaman estar enamorado... Al principio pensaba que sentía cariño especial por el chaval, ya que su forma de ser me recuerda a la de mis pequeñas (y ellas han sido las únicas por las que me he permitido abrir mi corazón... sólo un poquito), pero cuando llegaban las concentraciones no podía evitar mirarle en las duchas y luego imaginarme cómo sería tocar su cuerpo mientras...
CÁLLATE. Respira hondo. El caso es que al final acabamos liados, no sé ni cómo, pero cuando todo aquello pasó él se emocionó demasiado y yo, por miedo a que me hicieran daño, le cerré las puertas en sus narices.

- Pero David...
- Ni David ni pollas. Esto ha sido un error, así que ya puedes olvidarte de todo, ¿entendido?
- ¡No te creo! 
- ¿De qué coño vas, niñato?
- A mi no me engañas con el rollo chulito de rompecorazones. Yo sé que sientas algo por mi, lo que pasa es que no quieres reconocerlo. En realidad quieres estar conmigo...
- Permítame que me ría... sólo te he utilizado, ¿sabes? Has sido un gancho fácil y me ha dado un calentón, pero yo no soy un maricón de mierda como tú. Y no te pienses que esto va a volver a pasar. Y como alguien se entere de esto, te crujo. Te lo aseguro. Marcha por donde has venido. Y olvídate de mi. ¡FUERA!

En fin. Que el empanado es más listo de lo que parece y yo soy un gilipollas. Y ahí fue cuando experimenté por primera vez el dolor psicológico. Me acuchillaba por dentro, me quemaba, me destrozaba. Le había mentido descaradamente, creyendo que era lo mejor. Cuando me quise dar cuenta, él había hecho las maletas para volver a Londres. Por mi puta culpa. Al principio estuve tranquilo, pero pasaron los meses y empecé a sentirme mal por todo, por haberle hecho daño a alguien tan frágil y, sobretodo, por descubrir que sentía algo más por él. 
No sé. Todavía no lo entiendo. Es muy infantil, pero me transmite seguridad. Es como si con sus caricias me dijera que nunca podría hacerme daño, porque es demasiado inocente y le dolería más a él que a mí. Cuando me levanto cada mañana me gustaría tener su sonrisa al otro lado de la cama. Me pone de mal humor y me hace reír a la vez. Y, para qué nos vamos a engañar, soy adicto a sus besos.

Dios. Creo que voy a potar. Si mi padre me oyera ahora mismo, me daba de hostias. Pero en el fondo, me siento mejor conmigo mismo. He vivido como una puta planta todos estos años, he aprendido a no sentir nada por nadie. Y él ha conseguido algo que nadie se ha atrevido ni a alcanzar. Él ha entrado dentro de mi corazón, que estaba bien protegido. Sólo por eso, tiene más derecho que nadie a formar parte de mi vida. 

"Último aviso para los pasajeros del vuelo 0102 con destino Londres."

¡Mierda! Con el monólogo absurdo que me estoy montando voy a perder el puto avión. 
Corro hacia la puerta de embarque pensando qué coño voy a hacer cuando lo tenga delante. Repito, no soy hombre de palabras sentidas ni profundas... Por no hablar de la empanada mental que él lleva siempre. Creo que le daré un beso. Sí. Es simple y claro. Lo pillará al acto. Y, para qué engañarme, es lo que más deseo hacer ahora mismo.

Basta de engañarme a mí mismo. Basta de vivir encerrado. Voy a ser feliz al lado del empanado, aún sabiendo todas las consecuencias que conlleva todo eso. Él me hará sentir completo para siempre.
Lo siento, papá, pero cuando vaya a Tuilla tendré que hacer que replantees tu teoría...