22 de septiembre de 2011

Suma y sigue

Veo que se agarra el pelo - no recordaba que fuera tan largo - y suspira. Fruto del nerviosismo, supongo. Momentos después lo deja caer, como diciendo ya no estoy tan agobiada. Pero no, un minuto después vuelve a recogérselo. Así se ha pasado un buen rato. Hasta que ha llegado un punto en el que se ha rendido: hurga en la mochila y saca una goma de pelo. Por simple curiosidad, miro el color. Azul. No es negra, como la que le regalé la primera vez que nos vimos (véase la primera vez como aquella que nos miramos de forma diferente). Parecerá una tontería, pero el hecho de que no lleve una goma negra – sea mía o sea suya – me preocupa. Porque ella se fija en los pequeños detalles y sigue huyendo de las gomas negras o de las palabras que contienen la V. Eso es mala señal. Dentro de lo que cabe, claro. Porque la veo sonreír en momentos fugaces, las manos no le tiemblan demasiado - no más de lo normal - y habla con serenidad. Menos mal. Creía que nunca iba a salir del pozo. Creía que me iba sentir culpable toda la vida. Creía que soy yo el que realmente tiene un problema con el sexo opuesto, y no al revés. No, qué va. Simplemente la he puteado durante una temporada. Pero ella es fuerte, lo crea o no. Y sabía que lo acabaría entiendo todo. Ella no es como...

Se le escapa la coca-cola de las manos - con esa torpeza no entiendo cómo pretende ser cirujana -, que cae encima del montón de papeles que ha roto mientras me contaba su ajetreada vida. Se pone roja y pide perdón. Me gustaría pedirte yo perdón, por crear unas ilusiones que ni yo mismo esperaba destrozar. Niego con la cabeza, quitándole importancia. 

Y suena esa canción que me enseñó un día. Esa canción cuyo cantante canta pa'l culo, pero la letra me impactó. Mierda. Intento entablar conversación subiendo el tono de voz, pero no llego a tiempo. Oye la canción. Se pone tensa. Se muerde el labio (y me asalta la duda: ¿Habrá vuelto a tener contacto? Joder, ahora no, piensa en el sentimiento, joder, que ahora piensas con el pene. Controla). Mira el suelo como si fuera lo más interesante de este mundo. No sé qué hacer. Definitivamente, no lo ha superado. Sólo ha aprendido a sobrellevarlo lo suficiente para mirarme a los ojos cinco segundos.

Sé que no ayuda en absoluto, pero la agarro de la mano. Le hago saber que estoy aquí (aunque no de la forma que desearía) para ayudarla, ahora que ha aprendido a perdonarme. Y veo que funciona... respira más tranquilamente, el brillo de sus ojos cambia y me sonríe. Me mira con fuerza, dándome las gracias por estar ahí a pesar de cómo se ha comportado. Y no tengo nada que perdonarle. Con esto me acaba de demostrar que vale la pena - más de lo que creía. Bien. Por fin algo va bien.

Lo que yo diga... hay maneras y maneras.

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