28 de enero de 2012

(es que el temido día se acerca peligrosamente)

Parece que llevo una eternidad metida en esta mierda.


Los segundos se hacen eternos, me siento cansada a todas horas, me he quedado dormida muchas veces abrazada a los apuntes (por si el rollo osmosis funciona), intentando no desesperarme por ello, no pensar en la rendición, intentando estar estable...


Pero siempre hay algo que se escapa. Nunca se tiene el control verdadero. 
Lo cierto es que no es la primera vez que paso por una época tan llena de nerviosismo por superar los obstáculos académicos que se me ponen por delante, pero antes tenía... ¿cómo llamarlo?


El bálsamo.
Al principio no lo concebía como tal, sólo me daba un calor muy agradable por el pecho - y también muchas lágrimas. Recuerdo una noche que nos pasamos llorando sin saber qué coño hacer con nuestras vidas hasta las 4:30 de la madrugada, pero la verdad es que el destino ya estaba escrito.
Pasó el tiempo y lo sobrevaloré, creo. Sí, nada de creer, está claro que lo sobrevaloré. Los días se hacían pesados, las prácticas exigían mucho y las clases teóricas mucho más, y veía que no podía con todo. Pero podía sonreír cuando pensaba que por la noche llegaría mi recompensa.


Y en efecto. Todo a oscuras y una sonrisa traicionera se me escapaba, contando los segundos que faltaban para...
ahá. El teléfono empezó a vibrar y lo cogí ipso facto. Descolgué al tercer zumbido (sé que sabe que me lo quedo mirando, que espero para no parecer una ansiosa, pero es cuestión de orgullo) y una risita tonta me recibía. Mi gilipollez aumentaba por momentos y empezaban a fluir unas palabras bastante chorras pero que nos hacían sonreír; comentábamos peripecias del día, yo podía ponerme celosa, él se reía y volvíamos a las frases azucaradas. Había días - bastantes, para qué nos vamos a engañar - en los que la cosa derivaba a otro tema más fisiológico, lo que nos demostraba que nos echábamos demasiado de menos.


Poco después, desapareció. Increíble, parecía que había durado más.
Pero no, lo exprimí demasiado rápido, al parecer. La última llamada que recibí en plena noche fue un sí, ya he llegado a casa, todo bien, hablamos mañana. Una clara sospecha de que algo no iba bien; decidí pensar que el cansancio se había apoderado de su cuerpo. Ni siquiera cuando le dije te quiero, que contestó como si le costara decirlo: pfff.. y yo...


¿Que qué paso? Mataría a quien fuera por saberlo.
Sólo sé que quise volverme loca, sólo sé que deseaba morirme, sólo sé que me odié por tirar por la borda las cosas que me hacían feliz, sólo sé que cada minuto que pasaba y asimilaba lo que había pasado se me clavaba una daga en el corazón, sólo sé que tenía un mes de exámenes por delante y no me veía capaz ni de levantarme de la cama, sólo sé que empecé a actuar como una reprochada y a consumir necesidades fisiológicas que no llevaban a ninguna parte, sólo a arrastrarme y preguntarle qué hice mal y suplicarle que no me dejara sola, que me había inutilizado, que sin él no era nada. 


Sólo sé que lo llevo algo mejor. 
Sigo sin entender nada.
Sólo sé que no puedo despegarme del recuerdo.
Sólo sé que echo demasiado de menos ese bálsamo que me daba fuerzas.


Ahora soy una alma en pena que intenta consolarse diciendo que vive mejor sin el verdadero motivo de su sonrisa.

26 de enero de 2012

volver a las andadas

...lo cual no sé si es bueno o es malo.

Pero vuelves a la misma táctica. Empiezas engatusando por los oídos durante mucho tiempo y de todas las maneras (música, palabras) y luego ya pasas a otros terrenos con todo el descaro del mundo.

Espero que esta bien también te esté funcionando, pero con un pequeño matiz: que no lo acabes echando todo a perder por tomártelo como un simple entretenimiento. Sabes que hay sentimientos de otras personas en juego, ¿no? Y seguro que valen más que los míos.

Así que sí, vuelve a la táctica, pero ten claro que no sea por un calentón de polla. Porque te va a ir mal, pequeño cabrón.

En realidad es lo que estoy deseando. Que te des cuenta de que no puedes mantener a nadie a tu lado, excepto a alguien que ni siquiera te merece.

19 de enero de 2012

you underestimate my power

Cuando renuncié a ti, me prometí ser fuerte. ¿Fuerte? ja. Cuando sé lo que es tenerte, no hay fuerzas que valgan, no hay fuerzas que aplaquen todo lo que sentí contigo. No hay color. Y aquí no vale ni maña, ni fuerza, ni pollas. Aquí sólo vale que estés a mi lado o no. Así de simple. He intentado complicar la ecuación, créeme, he buscado motivos para odiarte y vivir sin ti... Imposible. Me has dejado inutilizado. Maldito seas.

11 de enero de 2012

esas cosas que ya no existen (y dudo que hayan existido alguna vez)

Cómo no. En los momentos en los que no puedes más por otros factores... viene a atacarte éste. Pum. Toma vulnerabilidad. Toma bajón. Toma reproches a la nada. Toma no dormir.


¿Jamás has tenido un momento perfecto? Un instante en tu vida en el que sientes que todo está bien, que todo está en harmonía. La luz, el color, el sitio donde estás... todo es perfecto. ¿Jamás te has sentido en paz con el mundo, deseando que no cambiara nada?. Es una sensación que aparece de repente, y la reconoces, porque dentro de ti sientes una felicidad casi imposible de describir. Todos la tenemos tarde o temprano.

Cuando escuché eso por primera vez puse cara de ¿pero qué coño me estás contando? Era la gilipollez más grande jamás oída. Algún romántico reprochado y esquizofrénico que se saca de la manga reflexiones estúpidas.
Y esa frase golpeó mi cara cuando menos me lo esperé.
Lo estaba viviendo.
La imagen del atardecer en Barcelona, en Paseo de Gracia, donde el sol se despedía de forma solemne y se oía el motor de los coches de forma armoniosa. La suave brisa hacía enrojecer sus mejillas y dejar volar una parte de ese pelo alborotado; su imagen, sonriente, con la boca ligeramente abierta, con esa chaqueta tan característica suya, sus guantes calentando unas manos que agarraban con fuerza un CD procedente de unos kilómetros más al norte - el motivo de tanta insistencia que casi acaba en llanto -, su mochila al hombro, su ojos brillando... En ese momento me sentí en paz con el mundo. En ese momento me invadió un calor indescriptible. En ese momento deseé quedarme para siempre. En ese momento no pude ser más feliz.

En ese momento me uní al club de los reprochados esquizofrénicos que se sacan de la manga reflexiones estúpidas. Y a mucha honra... porque ahora sólo vivo anclada en ese momento - bueno, miento, también en algunos que se parecen... voy alternando -. Al menos ya no pienso en volver ahí, porque sé que los milagros no existen, así que a vivir encerrada. 

Eso por no creer.
En toda la boca y fuera.
Ahora toca joderse (y bailar).