30 de agosto de 2011

momentos perfectos mezclados con mal karma

- No puedo, no puedo bajar por aquí.
- Tranquilo, respira hondo...
- Que no puedo, joder, que lo paso muy mal.
- Que sí, confía en mi.
Me hace caso a regañadientes. Cada escalón que baja se le hace más imposible. Me agarra con miedo mientras descendemos por aquella escalera de caracol. Suelta improperios en voz baja.
Y a mi se me ocurre una idea.
- ¿Qué haces? ¡¡¡No me sueltes!!!
- Shhh. No voy a hacerlo. Espera.
Hago que se pare mientras me coloco en frente de él, agarro sus manos con las mías y volvemos a seguir descendiendo.
- ¿Vas a bajar de espaldas por ayudarme? Estás loca... te vas a matar...
- ¿Y luego soy yo la neurótica? Cállate y mírame.
Y eso hace. Intento proporcionarle tranquilidad, hacerle saber que conmigo no va a pasarle nada malo. Y parece que funciona, porque baja un escalón, y otro, y otro. Cuando veo que el miedo vuelve a atacarle...
- Te quiero.
Y su mirada cambia. Y esa sonrisa que me vuelve loca aparece. Ahora incluso pilla velocidad bajando las escaleras. Siento que no necesito nada más para ser feliz.
Finalmente ponemos los pies en el suelo. Me da la sensación que se siente orgulloso consigo mismo. 
Me abraza con fuerza, atrapándome entre sus brazos.
- Yo también te quiero, cosita - me susurra al oído.
Me gustaría describir todo lo que sentí en aquel momento, pero es completamente imposible. Me quedo corta. Qué momento más perfecto.




El tren da una sacudida. Abro los ojos y vislumbro la estación de Barcelona-Sant Andreu Comtal. Pf. Asco de presente. Quiero vivir anclada en el pasado.
Antes lo digo, antes me encuentro a las personas con las que menos me gusta interactuar ahora. Y la cosa no se quedó ahí... Definitivamente, fui Hitler - como mínimo - en otra vida. Y ya me estoy hartando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario