25 de septiembre de 2011

La tercera parte

Esther Vol. I, la Ilusa.
- Te estoy llamando..
- Lo estoy viendo.
- ¿Por qué no aceptas?
- Sabes que estoy resfriada, así que tengo la voz congestionada, llevo el pijama y una manta por encima, por no comentarte que me echado el flequillo para atrás y tengo un frontón de la hostia.
- Joder, no recordaba que te quisieras tanto... Anda, que no será para tanto, y hace mucho que no te veo... acepta el puñetero skype, venga.
Y cedí - la primera vez de tantas. En realidad lo hice con el mero propósito de que huyera de mí; era muy bonito hablar y compartir gustos, pero para qué engañarnos, las cosas primero entran por los ojos. Así que pensé que si me veía con las pintas del siglo, se le pasarían rápido las tonterías.
Pero me equivoqué. Al verme de tal guisa, sonrió. Se podría decir que con ternura. Sea como sea, no se me olvidará esa primera mirada y, sobretodo, que no huyó; al contrario, tenía más ganas de verme.



Esther Vol. II, la feliz.
- ¡Muere, hijo de puta!
Pero no lo hizo. La maldita tortuga saltó encima de mi antes de que me la cargara y me hizo más pequeño. Para colmo, di un par de pasos en falso y caí al vacío. Ala, vuelta a empezar.
Sonó el interfono. ¿Quién coño es a estas horas? Dos segundos después caí en la cuenta, pegué un bote y abrí la puerta que daba a la calle. Volví al comedor, apagué la consola corriendo y me miré al espejo. No sonreí, pero era feliz. Oía el ascensor subir y me mordía las uñas. Y el timbre acabó sonando. Suspiré profundamente para ahuyentar al nudo que se me había formado en la garganta. Abrí la puerta y allí estaba él, con una sonrisa radiante.
Le agarré la camiseta y lo estrujé contra mi cuerpo. Cuánto le he echado de menos todos estos días. Cuando me digné a soltarle, fuimos hasta el comedor. Se tiró de cabeza al sofá. Se levantó a las seis de la mañana para venir a verme. A mí. No pude evitar mirarle con cara de imbécil. Se rió de mí, soltó un par de bromas y lo eché del sofá como venganza. Me puso una carita de pena que me superó y le tendí mi mano. Me la cogió y lo llevé por el pasillo. Ahora sí que iba a demostrarle cuánto le quería y lo que le he echado de menos.



Esther Vol. III, la insalvable.
(N/A: se puede complementar con los adjetivos despechada, olvidada, sola, zombie, resignada, incurable, desilusionada... y ese largo etc).
Me tumbo en la cama. Apago la luz. Alargo la mano y cojo el teléfono móvil. Las 3:12 de la madrugada. La luz de la pantalla me ciega, pero no me importa. Es como si esperara que vibrara y...
Definitivamente, la falta de costumbre me está matando. Se me hizo raro tenerlo y se me hace más raro afrontar que ya no lo tengo. Y sigo sin ganas de superarlo, eh.
Tiro el móvil a la mesita de mala gana y empiezo a revolverme en la cama. Menuda mierda. Me abrazo a la almohada y respiro. Joder. Que huele a él. Y eso es imposible. Hace meses que desapareció de mi vida y todavía no he cambiado el chip. Sigo pensando que mi cama tiene su olor absorbido, y eso era una forma de aliviar la agonía de echarle mucho de menos. El coraje inunda mi corazón y empiezo a pegar puñetazos a la almohada. ¿En qué momento permití que hayamos llegado a este punto? Empiezo a pensar que tengo un grave problema mental. El grave problema mental de echar de mi vida a la gente que me da la felicidad.



Ahí está un recopilatorio de tres películas que narran mi vida. A día de hoy, a Ilusa y la Insalvable no paran de pelearse; la Feliz murió hace tiempo. Pero está ganando la última parte. ¿No veis que está escrita en presente? Pues eso.

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