13 de octubre de 2011

No, mierda, espera, derrumbamiento, sí.

Fase 1
- Sí, claro, y yo sé bailar sevillanas.
- Te lo digo de verdad. Esto no puede seguir así.
Fue como si un jarrón de agua fría cayera en mi cabeza, pero ni siquiera me noté mojada.
- ....No...
- ¿Por qué no me escuchas?
- ¡¡Porque es absurdo!! Digo que no y es que no.
- Quiero que lo dejemos...
- No tienes ni un puto motivo para decir eso. Todo es mentira. No te creo. Me estás tomando el pelo. Me estás poniendo a prueba, ¿verdad? ¡Pues no voy a caer!
- No lo entiendes...
- Es que no hay nada que entender.
- Deja de negarlo, por favor. No me lo estás poniendo fácil...
- Shhh. No te preocupes. Estás nervioso por todo. Ahora hablas sin criterio porque tienes la cabeza hecha un lío. Vete a dormir y mañana hablamos, ¿vale?
- No. Te lo estoy diciendo en serio. Quiero... es más, necesito dejarlo. Necesito estar solo. Necesito un cambio de aires.
- No....




Fase 2
- ¡VETE A LA MIERDA!
Y las hojas volaron junto a la mesa, que cayó al suelo gracias a mi certera patada. 
- Para...
- No me da la puta gana. Eres un cabrón y mereces que todo esto te lo estuviera haciendo a ti.
Arranqué las cortinas, salté sobre ellas, grité por gritar, di patadas a las paredes...
- No me hagas esto...
- Ah, ¿y tú no me has hecho nada de daño, verdad?
Intentó frenarme pero lo único que hizo fue conseguir que empezara a propinarle puñetazos contra el pecho.
- Me has jodido la vida... -susurré mientras me tiraba al suelo, agotada.
- Lo siento muchísimo, pero es lo mejor que puedo hacer. Por los dos. Y ahora la ira te consume, estás muy furiosa porque no entiendes nada y ves que algo que iba bien se va a la mierda... pero no iba tan bien, te lo prometo. Jamás te haría daño de esta forma si no estuviera justificado. Entiéndeme...
Me cuesta respirar. Se ha sentado a mi lado.
- Ya... ya... Pues... ¿sabes qué? -Me levanto con fuerzas renovadas- que te vayas a la mierda. Y fóllatela, que lo estás deseando.
Y mi última patada y un portazo precedieron a un silencio y un llanto aterrador.




Fase 3
Día 1 - ¿Qué tal estás? Por cierto, te has olvidado el cargador de la consola en casa. Ya quedaremos y te lo doy.
Día 2 - ¿Qué tal estás? Por cierto, me ha parecido ver a tu amigo por la calle, pero no le he saludado por si acaso no era él. ¿Dónde estaba hoy a las tres de la tarde?
Día 3 - ¿Qué tal estás? Por cierto, mi madre te envía sus últimos recuerdos. Y mi hermano ya no se acuerda de ti.
Día 4 - ¿Qué tal estás? Por cierto, hoy he hecho el examen y me ha ido bien. Gracias por enseñarme a hacer ese par de ejercicios.
Día 5 - ¿Qué tal estás? Por cierto, mi cama huele a ti. Y me ha picado un mosquito en el pie izquierdo. Y he comido macarrones, sí, tu comida preferida. Y acabo de salir de la ducha. Y...


Y ya no sé cuántos motivos más inventarme para sacarte un tema de conversación y seguir en tu vida. 
- Te propongo un trato: ¿Y si mantenemos el contacto cada día? Yo creo que así lo superaré.
- No lo veo lo más adecuado... Además, no estás en el mejor momento para negociar conmigo. Yo creo que lo mejor sería darte un poco de espacio para digerir mejor las cosas y luego todo vuelva a la normalidad.
¿A la normalidad? Yo creo que lo mejor sería atarte a mi cama y tenerte bajo mi voluntad, que me has jodido la existencia. Te lo propongo como trato, venga y espero que ahora pienses con el pene, que sólo lo haces cuando no es adecuado.




Fase 4 
- ¿Quieres que vayamos al zoo para que te despejes?
Y automáticamente mis ojos se llenaron de lágrimas.
- El zoo fue nuestra primera cita... No puedo pisar ese sitio...
- Pff, lo siento... ¿Qué tal si nos vamos a jugar a básquet y descargamos adrenalina?
Otro respingo y necesitaba un pañuelo urgentemente.
- Es que la última vez que jugué a básquet fue con él...
- ¿Quieres respirar o también llorarás porque habéis compartido aire o porque él también respira como todo puto ser humano que se precie?
- Joder, lo siento mucho, pero no sé qué me pasa... Tengo un puñetero nudo en el estómago y no puedo dejar de pensar en él y todo es una mierda y esto no lo voy a superar y...
- Eh, eh, frena. No pienso tolerar esto. Sé que ahora estás en plena etapa depresiva, pero ni de coña pienses que no te vas a olvidar de ese imbécil. Pero bueno, poco a poco. Ahora sécate las lágrimas y péinate, que nos vamos al cine. Y si sale en la pantalla un melenudo no llores, pégale desde la distancia, joder.
- Pero... pero...
Y casi inundé el salón. 




Fase 5
Claro que sí. Nada es para siempre, eso ya lo dice todo el mundo. Pero cuando empiezas algo bueno, cuesta asumir que tiene un final. Como los libros, como las películas, como el helado que tantas ganas tienes de tomarte, como las clases interminables, como las cenas familiares, como los sueños que intentas cumplir, como la propia vida que poco a poco se esfuma. Pues sí, todo se acaba y jode mucho asumirlo en según qué ocasiones. ¿Y qué podemos hacerle? Podemos negarlo, sí, podemos enfadarnos aunque nadie tenga la culpa de nada, podemos intentar engatusar al tiempo y proponerle que nos dé más oportunidades y podemos encerrarnos en un agujero negro de frustración y negarnos a salir de ahí. Sí. Pero al final lo acabamos aceptando. Porque es lo que toca, porque ponemos la cabeza fría. Así que ya está. Se acabó. Sí, me da muchísima rabia que me haya dejado tirada cual colilla, pero ahora toca pensar que viví algo excepcional. ¿Hecho? Pues ahora toca levantarse cada mañana con la esperanza de querer encontrar algo que esté a la altura (y que dure un poco más, si no es mucho pedir). Y en eso se basa la vida: en ciclos, porque del pasado se aprende aunque no se pueda remediar y del futuro se anhela encontrar algo mejor. ¿En cuanto al presente? Nada de malos rollos. Ya he sufrido lo justo. Ya me he revolcado la mierda lo que tenía que revolcarme. Es normal que duela al principio. ¿Ahora? Gracias por los momentos que me has hecho pasar, y te tendré en mi cabeza por haber sido una parte tan importante en mi vida. Pero lo siento, ahora me toca volver a vivir. A lo hecho, pecho y adelante, que yo puedo...
Cuando abrí los ojos, me encontré en un lugar que no conocía de nada. La cabeza me dolía horrores. Los rayos de sol entraban por una ventana medio abierta y mostraban el cuerpo de un chico que dormía plácidamente y tapado solamente por una sábana.
Entonces lo recordé todo. Y sonreí. Por poco tiempo.

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