19 de julio de 2011

¿Me persigue o la persigo?

Ahí está. La veo por todas partes. No tiene ojos, pero noto cómo me mira de forma aplastante. No tiene boca, y mejor así, ya que si la tuviera me hubiera sacado de mis casillas. 

Es una puta piedra. De forma irregular, rasposa, heterogénea, inerte. Bueno, eso último empiezo a dudarlo, porque la piedra aparece delante de mi a cada segundo que pasa. Le doy la espalda y le da igual. Me tiro al agua y me la encuentro mientras buceo. Abro un libro y se manifiesta como punto de libro. Será desgraciada. ¡Me persigue por delante! Intento darle una patada porque es muy poca cosa, pero se clava al suelo y me destrozo el pie. Estoy a punto de comprarme una pulidora o alguna máquina que pueda hacerla polvo. Porque la piedra me desquicia. Me incita a tropezarme con ella. Y yo soy muy débil, por no decir que parece que tenga un imán. Sólo falta tirarme de cabeza... 

No. La piedra no me gusta. Me trae malos recuerdos. Aún así, la veo en frente cada maldito día de mi existencia y, en vez de cambiar de camino, voy hacia ella. Con ganas, me atrevería a decir. Y cuando me caigo, me enfado. ¡Otra vez! ¡Deja de perseguirme, maldita sea! ¡Voy a matarte! ¡Haces que parezca gilipollas, todo el día con la misma tontería y no aprendo!

Hasta que un día, la piedra se cansó. Lo entiendo. Era cada día la misma perorata.
Pero en aquel momento me sorprendió hasta puntos insospechados. Sí, se me rebeló un objeto que no tiene vida. Es curioso. Lo único que hizo ese ser, fue hacer que me viera a mi misma desde otra perspectiva. Y entonces lo entendí todo.

Me descubrí a mi misma, sonámbula, colocando la piedra por mi propio camino. ¡Incluso quería duplicarla para que me encontrara con más! Luego salía del trance y claro, me la encontraba delante, como siempre, y la rabia se apoderaba de mi. No recordaba que yo misma me ponía trabas. Qué patético. Entonces me di cuenta. Apareció una luz en mi camino. Esa soy yo. 

La que llora, la que se pregunta qué ha hecho para merecer todo esto, la que nunca ve las cosas positivas de la vida, la que estropea todo lo que toca, la que se encierra en los recuerdos, la que no sabe seguir adelante, la que se queja de todo, la que pide un cambio a gritos, la que quiere dejar de hacer el ridículo, la que no asume las cosas malas, la que desea salir del pozo pero ni se molesta en buscar una escalera, la que tiene asumido que vive en un agujero negro...

La que se arrastra por creer que algún día volverá. La que dice que no volverá a dirigirle la palabra pero siempre encuentra alguna excusa para hablar con él. La que cree que le pedirá perdón. La que piensa que todo volverá a ser normal. La que intenta asumir que todo se ha acabado y hay que pasar página, pero se descubre a sí misma cada noche abrazada a la almohada deseando con todas sus fuerzas que todo esto sea una pesadilla demasiado larga. La que se despierta alguna que otra madrugada imaginando el tacto de aquellas manos contra su espalda, como aquella vez; el despertar más bonito que ha tenido en su vida. La que todavía tiene escalofríos cuando recuerda todo los "te quiero" que le dedicó. La que dice "estoy perfectamente" pero se pasa horas vomitando palabras porque es la única forma de desahogarme. La hipócrita que dice convencida "ya no vuelvo a caer" pero no es capaz de estar más de un día sin poder callarse la boca. La que se tira piedras cada noche. La que se echa la culpa por ser una inmadura. La que está convencida de que todo esto ha pasado por culpa suya. La que se pregunta, a la vez, qué ha hecho mal, cuando desde el principio se esforzó para que todo saliera adelante y le demostró que era capaz de hacer cualquier cosa por mantenerle a su lado.

Craso error en la última frase. No pude controlarlo. Fue superior a mi. Tal y como apareció en mi vida, se fue sin más. Me dio unas explicaciones que serán las correctas, pero no son suficientes para mi persona. Me volví loca, me reí creyendo que todo era una broma, que luego me abrazaría y me soltaría un no te voy a dejar nunca, cariño pero eso sólo existe en mi cabeza. Cómo me gustaría arrancarme el cerebro a veces.

Y no, puedo decir que sí, pero la típica frase intento acordarme de lo bueno para no acabar resentida no me ayuda en absoluto. Es más, sólo me hace ver que tengo un comportamiento idiota. Que sólo para volver a sentir la felicidad de aquellos días - una felicidad que ahora se me antoja completamente irreal - sería capaz de dar lo que fuera. En serio. Tengo un problema. Sólo para volver a estar entre sus brazos cinco míseros segundos. Y sí, sé que acabaría peor de lo que estoy. Me da igual. Necesito volver a experimentar la sensación de que TODO en tu vida es perfecto. Ahora se ha ido y con él se ha llevado un puñado bastante grande de cosas buenas. Todavía me quedan algunas, las cuales voy a acabar echando de mi vida como siga con esta actitud. Pero no puedo hacer nada por evitarlo. Hay días en los que me propongo cambiar, seguir adelante, no permitir que todo esto me afecte, pero cuando me quiero dar cuenta, me descubro llenando mi habitación de piedras, mirando fotografías, leyendo extractos de felicidad, recordando sensaciones que se escaparon de unas manos que no podían ni cerrar los dedos para retenerlas. Al fin y al cabo, soy una cobarde. Un cobarde en toda regla, ya que no soy capaz de huir ni de lo malo. No me atrevo ni a encerrarme, no me atrevo a convertir a mi corazón en una piedra, como hice hace un tiempo. Siempre tendré esperanza. Esa mierda de chispa que me está consumiendo. Y soy tan cobarde que no soy capaz ni de echarla de mi vida. ¿Y por qué? Vuelvo a lo mismo... porque daría lo que fuera por volver a pasar por lo mismo aunque luego me jodiera más. Sí, ahora mismo podría jugar conmigo, utilizarme y engañarme. Sé que no lo hará, pero si lo probara yo me dejaría. Mira qué patética. Pero es que no soy capaz de entender por qué algo que consideraba casi perfecto se hizo añicos. Ah, claro, era yo quien creía que todo iba bien. Él, por lo visto, tenía otra concepción de las cosas. Una lástima... ahora soy yo quien paga por mis propias ilusiones.

Dicen que el tiempo lo cambia todo. Eso es mentira; realmente, hacer cosas cambia el camino de tu vida. Si dejas las cosas igual, ya pueden pasar años, que todo está intacto y no se puede superar. Pues este último comentario voy a obviarlo. Voy a intentar no echarme tanto la culpa. Voy a creer que el tiempo me refrescará las ideas, me volverá realista, me hará ver de una vez por todas que SE ACABÓ y que no vale la pena guardar esperanzas, unas esperanzas que lo único que hacen es matarme por dentro.

Parpadeo unas cuantas veces seguidas. La piedra sigue en mi mano. Todo este huracán de pensamientos ha desordenado mi cabeza desde que me di cuenta de que yo misma la iba colocando por mi vida y no al revés;  la piedra nunca me ha perseguido por delante, si no al revés... la persigo yo como si fuera lo único que me importara en la vida.

La sigo mirando. Esbozo una triste sonrisa. Podría tirarla bien lejos ahora mismo. Ahora que lo he descubierto todo, podría lanzarla al mar. Pero al cabo de una hora me arrepentiría y, sinceramente, paso de meterme en el agua y volverme loca buscándola. La aprieto contra mi mano y la meto en el bolsillo del pantalón. Ya puede durar 4 meses o 32 años, que el amor acabará desapareciendo, pero la piedra seguirá apareciendo. Oh sí. Cada día, la vida me lo demuestra más. Y me pongo los auriculares y empiezo a correr, a correr, a correr...

No hay comentarios:

Publicar un comentario