1 de diciembre de 2011

maldito reloj biológico

Abro los ojos y el primer pensamiento que se me pasa por la cabeza es: Estoy pasando de ir a clase una vez más. Pero una mano encima de mi cintura me impide levantarme y, ya de paso, sentirme culpable. Cuando consigo girarme una sonrisa deslumbrante me recibe. Sonrisa que choca contra mis labios. Así da gloria despertar.


Un sobresalto.


Ahora sí que me he despertado de verdad. Toco la superficie de la cama. Fría y vacía. Para variar.
Me da por mirar la hora. Pero no me fijo en ella precisamente.
1 de diciembre.


Uno. Uno. Uno. Uno. 
Uno.
Uno.
Uno. 
Uno.
Uno.
Uno...




Calles grises se abalanzan sobre mí. La lluvia explica parte de mis temblores. La frustración explica la otra parte. Ahí la tienes, invisible pero omnipresente. Los pies viven encharcados bajo mis bambas de tela. Mis pensamientos siguen fijados en la misma pregunta, en la misma sonrisa, en la misma ilusión. Y una única respuesta: Nunca lo entenderás. Nunca lo entenderás y asume que vivirás sin saberlo. No puedo. Echo a correr mientras inconsciencia me pega en la cabeza. De repente, riesgo me hace la zancadilla y caigo al suelo estrepitosamente. Y no pienso levantarme. Sé que no voy a ninguna parte con todo esto. Esperaré a que pare de llover, aunque de momento las nubes están muy negras...



If you ever leave me, baby,
Leave some morphine at my door
‘Cause it would take a whole lot of medication
To realize what we used to have,
We don’t have it anymore.

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